Reflexiones en el Día Internacional de la Protección de Datos (LOPDGDD)

Han pasado ya cuatro años desde la aprobación de la Ley Orgánica de Protección de Datos y Garantía de los Derechos Digitales (LOPDGDD). 4 años desde que las nuevas reglas de juego en materia de protección de datos personales empezaron a reflejarse en las organizaciones y empresas. En todo este tiempo, hemos oído hablar de conceptos como gestión de riesgos de privacidad, cookies y el deber de informar con transparencia, consentimientos o sobre la correcta gestión de los datos para no exponerse a fuertes sanciones como las que se han producido.

Cuatro años en los que vemos fenómenos que impactan, y van a seguir haciéndolo en mayor medida, cada vez que una organización utiliza datos personales con las infinitas posibilidades que nos proporcionan las nuevas tecnologías. Por ejemplo, los que trae consigo la transformación digital en las organizaciones, la ciberseguridad en aumento, la supresión del Privacy Shield con EEUU o el Brexit y sus consecuencias en materia de tratamiento de datos personales.

Estamos en la sociedad de la economía digital, la llamada ‘era del dato’, lo cual conlleva la explotación a la máxima potencia de los datos de cada uno de nosotros por cualquier organización que valore la información con fines, normalmente, comerciales y económicos.

En cuanto al marco legal, lejos de ir a menos, la normativa que protege nuestra privacidad es, y debe seguir siendo, el freno a tratamientos no éticos que supongan un abuso y una pérdida de privacidad e intimidad. ¿Dónde va a quedar el poder de cada ciudadano/a de disponer libremente de sus datos y privacidad?

El necesario entre equilibrio entre ética y tecnología

Con el fenómeno pandémico, en los últimos años se ha posicionado en situación de dicotomía a las leyes que regulan nuestra privacidad frente a la seguridad y salud pública. Error. El mismo error que es posicionar privacidad frente a nuevas tecnologías.

En lugar de esta confrontación, se debería hablar de gestión de riesgos de privacidad y de adopción de medidas garantistas alternativas en caso de tener que realizar un equilibrio y limitación entre dos derechos fundamentales.

Otro concepto que se empieza a oír con fuerza es el metaverso que viene de la mano de las grandes multinacionales como Facebook, Whatsapp y Google; un ‘mundo virtual’ al que habrá que permanecer atentos por los desafíos que plantea.

Y en el futuro, ¿qué?

En los próximos 10 años los cambios que nos vienen van a propiciar que regulaciones como la LOPDGDD y el RGPD no se conciban de la misma forma, pero sean, si cabe, aún más necesarias.

En este sentido, estamos hablando de uso de la ciencia que estudia el cerebro y el desarrollo de tecnologías que predicen nuestros deseos, necesidades y comportamientos. Por ejemplo, hablamos de la neurotecnología (sobre todo fusionada con la inteligencia artificial) como punta de lanza para una discusión más profunda sobre cómo encajar la tecnología en el mundo.

Se habla de personas humanas “híbridas” con total capacidad de actuar mediante el pensamiento o aplicaciones que proporcionan información de ida y vuelta a nuestro cerebro. Al principio, mediante una diadema, unas gafas y en pocos años (los científicos hablan de 10 años vista) mediante un sensor en la cabeza. Y esto será tan normal como ahora disponer de un smartphone.

Se habla de una evolución de las personas sin precedentes como en el pasado sucedió con el descubrimiento del fuego o de la revolución industrial. Se habla de ‘personas aumentadas’, en referencia a quienes dispongan de estos dispositivos frente a las ‘no aumentadas’. Sin duda, esto generará un aumento de conocimientos exponencial. Este es el futuro en el que, seguro, hablaremos de una privacidad de forma distinta. Por ello, hay que incorporarlo como un elemento central en las preocupaciones de cada una de nuestras instituciones.

Estos cambios y transformaciones implican también el deber de regular los usos de toda esta actividad cerebral, de nuestros pensamientos más íntimos. Es de lógica pensar que en este contexto serán clave los Comités de Ética. ¿Por qué no crear un G7 de la tecnología? ¿Se hablará de ministros científicos-tecnológicos en los Gobiernos?

Si estás interesado en cómo afectan este tipo de tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial o el big data a la protección de datos y la privacidad, te recomendamos que te pongas en contacto con nosotros (Tfno. 626579350) y que no te pierdas el ciclo de jornadas en el que participaremos los días 4, 11 y 18 de febrero.

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